Todas las tardes, cuando su madre se encierra en el estudio con su alumno para impartir la clase particular de inglés, la hija se coloca delante de la cristalera del salón y enseña sus recién estrenados pechos al vecino del bloque de enfrente. El mirón, un chico del instituto al que la niña acudirá el año que viene, conocido de la piscina comunitaria, corresponde bajándose los pantalones y masturbándose frente a ella, con el vacío de diez pisos de por medio. La acción conjunta la contempla un tercer vecino, desde su ventana que permite ver y grabar el espectáculo completo, con una erección muy recia dentro del pantalón. Las grabaciones las sube luego a una página pornográfica de internet para que otros pervertidos puedan disfrutarlas. La paja del chico se acaba, las tetas de la niña se cubren, la cámara de vídeo se detiene, la clase de inglés termina y la madre se mete en la cocina a hacer la cena mientras llega el padre. La familia cena junta y cuando la niña y la madre se acuestan, el padre enciende el ordenador, entra en una página pornográfica con las grabaciones del vecino y se excita con la película sin reconocer a sus protagonistas.
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