31.3.12

Mis amigas

Mis amigas dicen que siempre hablo de lo mismo: que tengo el pene muy grande.

No es cierto lo que dicen, que siempre estoy con ese asunto, sino que de vez en cuando hago una referencia a él. Porque es cierto que lo tengo muy grande, me gustaría que ustedes pudiesen verlo para que lo corroborasen.

En cualquier caso, éste es un tema como cualquier otro. A mí me aburre la política, no me gusta el fútbol y no leo ni veo la televisión. Me paso el día trabajando en un ministerio, de manera que no tengo nada interesante de lo que hablar. Con lo que más disfruto en la vida es con mi pene, y lo primero que hay que decir es que es enorme. Ya ven porque hablo de ello.

Mis amigas se quejan cuando estoy con ellas en grupo, cada una complementando y apostillando el comentario de la anterior; fingiendo encontrarse ligeramente escandalizadas. Pero cuando estoy a solas con alguna, inmediatamente alimenta la conversación y me va pidiendo más y más intimidades. Esto a mi me gusta mucho y le doy datos, incluso a veces me ofrezco a enseñárselo, pero siempre dicen que no sonriendo y apoyando la mano abierta en mi rodilla.

Yo me masturbo pensando en estas situaciones.

27.3.12

Todos los lunes

El ano se abre y aflora un gigantesco cuerpo negro. Se va prolongando muy despacio fuera del cuerpo hasta caer finalmente al suelo. Apenas produce un ruido blando al chocar contra las baldosas y queda ahí, hediondo, doblado, oscuro, brillante. El ano se vuelve a cerrar, recuperando la posición de origen, con una contracción lenta.

23.3.12

Comunidad de vecinos

Llego tarde al trabajo. Tomo el maletín y el paraguas con la misma mano y con la otra me abrocho la gabardina mientras cierro la puerta con cuidado, porque ella todavía duerme. Subo al ascensor y en el portal miro por la rendija del buzón; hay un papel doblado por la mitad. Lo saco y lo leo, está impreso con un tipo de letra espantoso. Dice: Por respeto a sus vecinos, follen a menor volumen.

19.3.12

Rutina

Desconecto el despertador. Me siento en la cama. Busco a tientas las zapatillas. Me las calzo y me incorporo. Camino adormilado hacia el cuarto de baño. Enciendo la luz. Cierro la puerta. Levanto la tapa del inodoro y me siento. Relajo los músculos y dejo caer una cascada. Por ambos agujeros escapan las inmundicias de la noche. Tiro de la cadena. Descorro la cortina de la ducha. Acciono el grifo. Me desnudo. Pruebo el agua con un dedo. Me meto bajo la lluvia y corro la cortina. Me empapo con los ojos cerrados. Hago espuma en el pelo. Lo enjuago. Vuelvo a poner jabón en la mano. Me froto el cuerpo. Me concentro en el órgano, desliza entre los dedos. Se despierta. Se activa. Lo froto con furia. Descarga salvajemente contra la pared. Enchufo a las baldosas, arrastrando los restos. Mi esencia resbala hacia el sumidero. Me aclaro el cuerpo. Descorro la cortina. Observo mi reflejo en el espejo durante un buen rato.

16.3.12

Esta tarde

Suena el timbre. Abro. Es una nueva vecina. Se presenta. La invito a pasar. Nos sentamos en el sofá. Siento su calor muy cerca. Me excito. Sufro una erección. Ella pide permiso para ir al baño. Se va, me inclino sobre su asiento y aspiro. Lo ha dejado muy caliente. Me desnudo. Ella vuelve y grita cuando ve mi descomunal miembro. La invito a tumbarse en el sofá. Se arranca la ropa y me abre su interior. Meto todo lo que puedo y aullamos de placer. Luego la anego.

13.3.12

El tren está a punto de llegar

Espero al tren en la estación. Junto a mí, ocupando un banco entero, una joven abraza a un pequeño bulto arropado que se mueve y llora. Un bebé. La joven desabrocha su camisa, extrae un pecho perfecto y lo tapa con el bebé. Me excito muchísimo ante la visión: el pecho, el acto de mamar y la propia existencia del niño, que implica una actividad sexual en la madre que juzgo lasciva y desbocada.

Extraigo el teléfono móvil del bolsillo y simulo una conversación. Me levanto y doy paseos, yendo y viniendo frente a la chica para fijarme bien en el pecho. Introduzco la mano libre en el bolsillo en actitud de ejecutivo impertinente. Mientras digo “sí”, “mejor mañana”, “claro” al teléfono apagado, con la otra mano amaso viciosamente el tremendo bulto de mi pantalón.

10.3.12

Llamadas telefónicas

Me molesta mucho cuando me interrumpen en la mitad de un coito, ya sea el perro aullando a la puerta del dormitorio, el despertador o mi novia que me llama por teléfono.

Sin embargo me encanta interrumpir los coitos y orgasmos de mis amigos. Siempre procuro llamarles cuando es más previsible que lo estén haciendo y, las veces que no contestan, me regocijo con la idea de que les he pillado copulando.

Y hay unas pocas veces, muy pocas, en las que tengo la seguridad de interrumpirles, cuando me contestan secamente e inquiriendo la causa de mi llamada para resolverla y colgar, sin poder ocultar una respiración anormal. En estas situaciones me invade una sensación de felicidad infinita; y también me masturbo lujuriosamente.

7.3.12

El perfume

Apesta a coño. No puedo evitar frotarme el bulto de la entrepierna con disimulo, pero cuando mi compañera sale del despacho me desabrocho el pantalón y me masturbo bestialmente con la nariz pegada a su asiento. Me levanto para eyacular y la parábola aterriza sobre las correcciones del informe en las que llevo trabajando toda la mañana.

4.3.12

El dilema

Otro día contaré la historia del oficinista que defecaba sólidos de escasa densidad y su eterno dilema en los baños del trabajo, ¿qué hacer con ese resto díscolo que se niega a desaparecer, empeñado en flotar?