Apesta a coño. No puedo evitar frotarme el bulto de la entrepierna con disimulo, pero cuando mi compañera sale del despacho me desabrocho el pantalón y me masturbo bestialmente con la nariz pegada a su asiento. Me levanto para eyacular y la parábola aterriza sobre las correcciones del informe en las que llevo trabajando toda la mañana.
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