9.7.12

Números fraccionarios

No meo en la ducha, lo hago en el inodoro. Ahora bien, si mientras me estoy duchando me entran ganas, descargo sin problemas. Y tendiendo en cuenta que ducharme es lo primero que hago cada día nada más despertarme, el orín matutino siempre termina salpicando la porcelana blanca del plato de ducha. La razón de esta costumbre es el ahorro de agua o, para ser más preciso no me vayan a confundir con un ecologista naif, el ahorro de dinero. Cada vaciado de la cisterna supone 7 litros, exactamente la décima parte del gasto diario de agua que hago.

Es interesante la sensacion de abandonarse completamente, de relajar los músculos y permitir que el orín fluya libre mientras el agua limpia y templada cae sobre la cabeza. El repiqueteo musical de ambos líquidos contra la porcelana. El placer de evacuar con los ojos cerrados, desnudo, surtiendo la retención nocturna con el apéndice todavía en semi tensión entre suspiros, mientras la mezcla diluída se cuela por el desagüe.

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