Todas las tardes, cuando su madre se encierra en el estudio con su alumno para impartir la clase particular de inglés, la hija se coloca delante de la cristalera del salón y enseña sus recién estrenados pechos al vecino del bloque de enfrente. El mirón, un chico del instituto al que la niña acudirá el año que viene, conocido de la piscina comunitaria, corresponde bajándose los pantalones y masturbándose frente a ella, con el vacío de diez pisos de por medio. La acción conjunta la contempla un tercer vecino, desde su ventana que permite ver y grabar el espectáculo completo, con una erección muy recia dentro del pantalón. Las grabaciones las sube luego a una página pornográfica de internet para que otros pervertidos puedan disfrutarlas. La paja del chico se acaba, las tetas de la niña se cubren, la cámara de vídeo se detiene, la clase de inglés termina y la madre se mete en la cocina a hacer la cena mientras llega el padre. La familia cena junta y cuando la niña y la madre se acuestan, el padre enciende el ordenador, entra en una página pornográfica con las grabaciones del vecino y se excita con la película sin reconocer a sus protagonistas.
20.8.12
15.8.12
Nada que decir
En calzoncillos delante del portátil. La silla es de plástico, por lo que me sudan mucho los pliegues entre los muslos y los testículos y también entre las nalgas. Como allí hay mucho pelo, el sudor se queda atrapado y produce un olor muy fuerte, que sube y puedo identificar sin esfuerzo. No se me ocurre qué escribir, pero el olor empieza a llenar la habitación de tal manera que considero que debo empezar ya para concentrarme en algo, porque me estoy sintiendo muy guarro y me gustaría ir a ducharme, o por lo menos a secarme con una toalla todo el sudor acumulado en mis partes. Paralelamente a esta sensación de suciedad, me acucia una excitación incontrolable que terminará por doblegar mi minada fuerza de voluntad y me conducirá al cuarto de baño. Sigo en calzoncillos delante del portátil, sin nada que escribir.
3.8.12
El instinto
Esas mujeres que, pasados los treinta y pico, sin hijos, desarrollan una querencia insaciable por sentirse madres. Empiezan a simular partos en sus defecaciones, durante las que se animan profiriendo gritos de dolor, desencajando la cara con cada contracción intestinal y resoplando con el pelo pegado a la cara. Cagan desnudas y llegan a sentir que dan a luz al desprenderse del excremento, entonces estallan en llantinas histéricas de felicidad. Con el tiempo complementan su enfermiza ficción, llegan a girar sobre sí mismas al terminar y pescan el zurullo del agua para acunarlo entre sus brazos. Mujeres que le cantan y dan besos amorosos a su propia mierda. Y después de años de deriva con esta práctica, un día, la compañera de piso entra en un despiste en el cuarto de baño y se la encuentra de rodillas junto al inodoro, sujetando algo repulsivo y negro contra el pezón descubierto mientras le dice: «come, hijo».
25.7.12
Suicidio involuntario
Como la mayoría de ustedes, todas las noches me masturbo. Es lo último que hago antes de meterme en la cama y, anoche, casi lo último que hago en la vida. Tenía que haber reparado en que padecíamos la temperatura más altas del año, pero se impuso la fuerza de la rutina. Me cepillé los dientes, me desnudé y pugné conmigo durante largo tiempo, parando a coger aire cuando me ahogaba. Para erotizarme, deslizaba viciosamente la mano libre por el torso lubricado de sudor, que bajaba resbalando desde la barbilla hasta saltar de los testículos a un increible charco en el suelo del cuarto de baño. Fue duro pero conseguí eyacular entre jadeos de agotamiento y me arrastré a la cama donde me esperaba un ataque al corazón. Me tumbé deshidratado y extenuado por el esfuerzo, sin resuello, con un fuerte dolor en el pecho. La luz estaba encendida pero yo estaba ciego, sólo veía minúsculos puntos blancos, estrellitas. Estuve allí tendido, entre calambres, viendo la vida escaparse, llorando y luego me dormí. Esta mañana he amanecido desnudo, con las sábanas completamente arrugadas y la luz del dormitorio encendida. Y unas tremendas ganas de masturbarme.
22.7.12
La vida de todas
Secarse con la misma punta de la toalla la boca y la vagina, pero en orden inverso. Saborearse. Y así todas las mañanas, dentro de la rutina diaria que lleva de la cama al trabajo. En el calor del verano, sudorosa, deprimida por permanecer en la ciudad durante estos meses mientras todos están en la playa. Llorar por las tardes a la vuelta de la jornada laboral, con la bolsa del supermercado por el que has pasado de camino a casa, llorar mientras planchas la blusa para el día siguiente. Y dejar de llorar para preparar la cena que vas a tomar viendo alguna serie estúpida en la televisón, abanicándote sola en la pequeña sala de estar de tu apartamento alquilado. Escuchar la música a través de la ventana abierta al patio por el que no entra aire fresco. Comer chocolate después de la cena y, antes de la medianoche, apagar la serie sin que todavía haya terminado y acostarse. Seis días a la semana. Y, el día de la colada, comprobar que esa esquina de la toalla ha empezado a desteñir.
19.7.12
Principios de proporción
Pequeños perros que defecan heces monstruosas. No me digan que nunca lo han notado: cuando caminan por las mañanas hacia el trabajo y se cruzan con la anciana que saca a su perrito, un pequeño pompón que de pronto se para en la mitad de la acera, mira con ojos inocentes y evacúa una importante carga. Esos gigantescos excrementos que son como si nosotros cagáramos bombonas de butano. Fíjense bien, no es una exageración, los excrementos son más largos que las patas y varias veces más gruesos. Resulta divertido comprobar cómo todavía no ha terminado de aflorar del ano cuando ya ha llegado al suelo, donde empieza a asentarse en directrices curvas. Es alucinante la idea de que si pesamos al perro antes y después de jiñar, la báscula puede indicar el doble o la mitad. Yo no lo puedo comprender, y lo he meditado mucho, cómo es posible vaciarse así, cuál será la sensación de evacuar resíduos de semejante dimensión. Porque, admitámoslo, a quién no le fascinan los anos de los perros, su tamaño, quién no piensa en ellos de forma recurrente. Es algo desproporcionado, singularmente en las especies más pequeñas, una de las partes más reseñables de su menudo cuerpo. El gran rosetón, tenso y ciego, capaz de desocupar medio perro y dejarlo en la acera.
14.7.12
Felicidad
El enorme, insano placer de piratear el correo electrónico de una antigua novia pasados varios años. Sentarse después de cenar a probar claves y, tras muchos meses, encontrar la correcta. Leer con avidez absolutamente todo lo que hay contenido en esa cuenta, recibido, enviado, eliminado y archivado. Descargar todos los ficheros adjuntos para poder examinarlos con más detalle repetidas veces. Esperar con el corazón acelerado mientras las fotos en las que ella sale se van cargando, lentamente, en la pantalla. Terminar poco antes del amanecer con los ojos secos y la ventana de algún otro sociópata también iluminada en el patio. Cerrar su cuenta con la satisfacción de constatar la más anodina de las vidas. Algo insultante, un tremendo fracaso personal. Reir histérico tras la lectura exclusiva de correos laborales o de insípidas manifestaciones de amistad. El cuerpo todavía me tiembla por la felicidad de su naufragio. Perdedora.
9.7.12
Números fraccionarios
No meo en la ducha, lo hago en el inodoro. Ahora bien, si mientras me estoy duchando me entran ganas, descargo sin problemas. Y tendiendo en cuenta que ducharme es lo primero que hago cada día nada más despertarme, el orín matutino siempre termina salpicando la porcelana blanca del plato de ducha. La razón de esta costumbre es el ahorro de agua o, para ser más preciso —no me vayan a confundir con un ecologista naif—, el ahorro de dinero. Cada vaciado de la cisterna supone 7 litros, exactamente la décima parte del gasto diario de agua que hago.
Es interesante la sensacion de abandonarse completamente, de relajar los músculos y permitir que el orín fluya libre mientras el agua limpia y templada cae sobre la cabeza. El repiqueteo musical de ambos líquidos contra la porcelana. El placer de evacuar con los ojos cerrados, desnudo, surtiendo la retención nocturna con el apéndice todavía en semi tensión entre suspiros, mientras la mezcla diluída se cuela por el desagüe.
4.7.12
Su sabor
Y en ese momento comete el gran error: recuerda que ha olvidado recoger las cartas del buzón y me pide que espere en el apartamento mientras baja a por ellas. Solo. La segunda vez que estoy aquí y me deja solo en su apartamento. En cuanto se cierra la puerta corro a su dormitorio, con el corazón desbocado y miro todo ávidamente. Abro el armario y cotilleo en los cajones, saco las bragas y las huelo muy fuerte. Jabón de lavadora. Debajo de las camisetas, una caja de preservativos hace que tense desafiante el pantalón. Me apresuro a dejar todo como lo he encontrado y cuando ya salgo del dormitorio me toca el premio: sobre la mesilla, sin que me haya percatado al entrar, se alza, totémico, el consolador. Me acerco de un salto —ya se escucha el ascensor ascendiendo de nuevo— lo lamo con depravación, y vuelvo al salón. Cuando ella entra en casa le sonrío con su sabor en la boca.
25.6.12
El final del suplicio
Mantenerse serio, quieto y sereno durante la reunión. Aparentar interés y seguir los monólogos de los contertulios asintiendo con la cabeza. Deslizar sonrisas cuando la educación social así lo aconseje aunque no se encuentre gracioso. Corroborar ostensiblemente ante las intervenciones de las personas de más alta jerarquía profesional. Hacer ademán de apostillar con algún comentario, pero no llegar a introducirlo. Tomar notas cuando se pronuncia algún dato. Adoptar gestos de profundidad, relevancia y preocupación cuando el ponente engole la voz. Y todo ello jiñándote. Pendiente sólo de mantener la presión en los esfínteres, pugnando contra el intestino que empuja. Sucumbiendo ante el duro ariete del primer excremento alineado en el tubo de salida que se abre camino hacia la luz. Implorando que termine la reunión y que se adivine la posibilidad de escabullirse al cuarto de baño para poner fin a este suplicio.
19.6.12
Aquella excusa
No hace falta que me des explicaciones, especialmente si suenan tan falsas. Cuando te llamo y no coges ya me imagino que te están penetrando.
12.6.12
Te esticulo
Mientras camino desnudo por el pasillo, raspándome los brazos contra la pintura irregular de las paredes, con el miembro bamboleándose entre mis piernas. Mientras me siento en una silla frente a la puerta cerrada, apenas a dos palmos de los ojos, y la miro durante horas. Mientras la bombilla brilla y desfallece de forma intermitente por un falso contacto en el circuito. Y los vecinos pelean en el piso de arriba. Y después hacen el amor. Y en el patio alguien llora. Y yo no puedo seguir más con esto y decido saltar.
6.6.12
Organizar smo
Fuerza la memoria tratando de recordar cuándo fue su último orgasmo. Hace ya demasiado tiempo, por eso no termina de encontrar la respuesta, revuelta con tantos otros momentos acumulados en la papelera de su cerebro. Pero necesita saberlo porque se ha propuesto, con mucha solemnidad —nada menos que dos entradas en su diario dedicadas al asunto—, no permitir que transcurra más de medio año sin tener otro.
Parece fácil, lo será para quien no tenga más que ponerse a ello, pero no lo es. No se trata de un mecanismo que funcione siguiendo protocolos. No es rutina. Necesita muchas condiciones, la primera: tener fechado el anterior.
31.5.12
La parte más carnosa
Él no puede soportar la conversación banal, ha venido aquí con un objetivo claro que el actual desarrollo de la situación no parece que lo vaya a hacer efectivo. Ella se divierte con una conversación sin orientación.
Lanzado, LDSD77 pregunta: ¿Te molesta que haya hombres que se masturben pensando en tu cuerpo desnudo y bañado en sudor —Alice lo lee y lo relee, mientras nuevas líneas se agolpan con la continuación— contra el que deslizarían sus cinco extremidades apretando las partes más carnosas y lamiendo aquellas donde lo interior se abre a lo exterior?
Lo lee con mirada inocente. Y no contesta. LDSD77 explota: Te amo con kleenex.
Lanzado, LDSD77 pregunta: ¿Te molesta que haya hombres que se masturben pensando en tu cuerpo desnudo y bañado en sudor —Alice lo lee y lo relee, mientras nuevas líneas se agolpan con la continuación— contra el que deslizarían sus cinco extremidades apretando las partes más carnosas y lamiendo aquellas donde lo interior se abre a lo exterior?
Lo lee con mirada inocente. Y no contesta. LDSD77 explota: Te amo con kleenex.
26.5.12
Vida
Si tengo que citar, en orden cronológico, las tres actividades que a lo largo de mi vida han sido las únicas capaces de zarandearme un poco, de sacudir la existencia más triste e involuntaria que se conozca, de mostrar que de verdad estaba vivo, actividades –o instrumentos, también– capaces de concentrar y destilar algo de esa nada que es el tiempo desde que uno nace, capaces de motivar una sensación, una sinestesia, de generar una minúscula doblez en el tedio infinito que todo lo cubre, ese orden cronológico sería: masturbación, literatura e internet; siendo la masturbación la primera que dejó de producir en mí sus efectos eufóricos y el último, hace poco tiempo, internet. No quiero decir que haya dejado de practicar ninguna de las tres, lo hago, con similar frecuencia, pero ya sin tensión, mecánicamente, entregado a la inercia. Una a una aparecieron frente a mí y fueron las tres únicas experiencias que se han quedado conmigo, que he repetido, frenéticamente, en busca de una explicación a la nada, como fórmula de lucidez, como instante de alienación a la alienación de cada día, abandonado a ellas entre lágrimas. Ya no recuerdo cómo era todo antes de descubrir la primera, y tal vez no lo recuerde porque nada existía, pero me serviría para predecir en qué se va a convertir esto ahora que ha desaparecido el sortilegio de la última. Qué me espera.
18.5.12
14.5.12
Trece días
Me despierto en mitad de la noche empapado en sudor y con una erección que se sale del calzoncillo. Pienso en ti de manera instintiva, todavía no me he acostumbrado: me abandonaste hace trece días. Así que no me dejas otra alternativa que la masturbación. Camino con pereza hasta el cuarto de baño, me dejo caer en el inodoro con la verga en la mano y me ordeño mecánicamente. En el instante final aúllo tu nombre y disparo contra la porcelana. Sin para a limpiarme, camino de vuelta a la cama derramando densidad por el pasillo, me arrojo al colchón y vuelvo a dormir. Por la mañana, la sábana me sigue fuera de la cama adherida al extremo del miembro y vuelvo a pensar en ti.
11.5.12
Dilema
Luego fuimos a fotocopiarlo y me prestó una moneda para la máquina porque yo no tenía suelto, tan sólo un billete que le enseñé cuando di la vuelta al bolsillo para que no pensara que me estaba guardando nada, entonces me suelta, sonriendo: 'pues con eso me podías invitar a algo en la cafetería, por las fotocopias' y le dije que sí tan rápido que se rió, y pedimos dos cervezas porque no me atreví a explicarle mi problema de nula resistencia a los efectos embriagadores que en seguida se manifestaron y con ellos la preocupación de exponerme a decir alguna inconveniencia por lo que traté de mantenerme en silencio, gesticulando y sonriendo a su conversación, todo el camino hasta el metro que hicimos juntos y solos hasta que e... Pero tú, ¿quieres meter el nabo en su babosa?
6.5.12
Algo místico
Estoy terriblemente preocupado por una certidumbre que he vislumbrado hoy, pasados mis 20 años de edad y que afecta a lo único que de verdad me importa en la vida: el sexo. Se trata de una ley natural ineludible, lo sé: El número de erecciones en la vida de un hombre es finito.
Finito y discreto, un número que si no se dosifica convenientemente puede llegar a agotarse antes de la edad en la que uno debe seguir teniéndolas. Habrán escuchado que es lo que sucede con los óvulos femeninos, que cada mujer nace con un número predeterminado y al consumirlo pone fin a su vida fértil. En el hombre es igual pero con algo tan inmaterial y místico como la erección.
Ya digo que he pasado los 20 años y ahora me doy cuenta de que he dilapidado miles de erecciones. Desde los 12 me he pasado la vida empalmado, todos los días cientos de veces, ante cualquier estímulo. Me encantaba y daba rienda suelta a mi facilidad, en solitario, en compañía de amigos y, por supuesto, de chicas. Cuando no surgían de manera natural, algo extraño, las alentaba con un sencillo frotamiento; o ni siquiera, sólo con la imaginación. Un auténtico y peligroso derroche.
Ni que decir tiene que ahora me controlo y sólo me permito tener las imprescindibles, si voy a masturbarme o a meterla; pero no es fácil y muchas veces se me escapan... y eso me duele en lo más profundo. Si alguna compañera de clase se acerca tanto para pedirme los apuntes que capto su aroma o su calor, ahí está acechando. Cuando en primavera empiezan a aparecer la ropa ligera y abultada, ahí está disparada. En la discoteca, en el parque, en la piscina, en la playa, etc. Por suerte he ido aprendiendo a controlar la situación y pocas se me insubordinan ya.
Vivo con el desasosiego permanente de cuántas erecciones tendré ahorradas, si no habré consumido demasiadas y algún dia me quedaré sin ellas.
2.5.12
Amigos un viernes por la noche en casa
Ella se registra en el chat como Alice.
A los siete segundos de pulsar el botón acceder, alguien con el nick LDSD77 le propone una conversación en un reservado.
Ella acepta.
Empiezan diciendo estupideces, intercambiando hahaha, jeje y poniendo emoticonos. Pero pronto LDSD77 entra a matar: ¿Qué haces con el orificio vaginal?
LDSD77, después de dar un tiempo prudencial para una respuesta que no llega, inquiere a su interlocutora para verificar si sigue allí. Sí, es el escueto mensaje que recibe de Alice.
Ella, sola en casa un viernes por la noche, chateando en pijama desde su habitación, se pregunta qué hace con su orificio vaginal y cómo condensar todo en una respuesta discreta y lo suficientemente ambigua para no sentirse incómoda.
LDSD77 envía una línea de conversación consistente en tres puntos seguidos. Alice le devuelve los mismos puntos para ganar tiempo. LDSD77 le envía un Ok, que Alice interpreta como un me doy por vencido, dejémoslo. Pero es sólo una suposición. Como también lo es la posible espera de LDSD77 desnudo delante del ordenador, aguardando la respuesta de Alice para ordeñarse.
Ella, que no se llama Alice, continúa pensando cómo responder a la pregunta.
29.4.12
El gato
Zumba el portero automático en el apartamento de arriba. Levanto los ojos del libro, va a comenzar todo, lo sé. Escucho, muy lejano, el golpe de la puerta en el portal; el ascensor que sube, pasa por mi planta, la deja atrás, se detiene, se abre y por fin el portazo en casa de mi vecina; no suena el timbre: ella estaba esperando.
En seguida los muelles de la cama se desbocan. Una prolongada repetición de chirridos y crujidos. Luego los suspiros crecen en velocidad, volumen y pasión. Aullidos. Un orgasmo violento que sacude la estructura de la casa. Con los pantalones en los tobillos y sin levantarme del sillón, eyaculo parabólicamente sobre la alfombra. El gato se acerca silencioso y lo olfatea.
En seguida los muelles de la cama se desbocan. Una prolongada repetición de chirridos y crujidos. Luego los suspiros crecen en velocidad, volumen y pasión. Aullidos. Un orgasmo violento que sacude la estructura de la casa. Con los pantalones en los tobillos y sin levantarme del sillón, eyaculo parabólicamente sobre la alfombra. El gato se acerca silencioso y lo olfatea.
22.4.12
Fin
Demasiado veneno todos los días ya no puedo más estoy harto de fingir de intentar soportarlo para no decepcionarte pero no me creo que tú sí veas salida solución a un camino que sólo lleva al precipicio por qué aguardar el fin estoicos y no precipitarlo de una puta vez si sabemos que el futuro va a ser el mismo odio seguir interpretando no la felicidad que es imposible pero sí la resignación para continuar dándote la réplica cuando no me creo mi papel desde hace años y además joder yo no soy actor y no sólo eso sino que odio esa mierda de vida acaso no te das cuenta eres ciega o te engañas de tal manera porque estás muerta de miedo a enfrentarte a la realidad no quieres admitir que hay que cambiar todo que el mecanismo se jodió hace mucho tal vez es que no lo veas porque no lo sientes así y soy yo el único que quiere salir de esta senda de dolor y terminar en un agujero bajo tierra dentro de una caja de madera para no tener que seguir más.
17.4.12
Madrugada
Estoy desnudo, de madrugada, en mi apartamento. Me aproximo a una ventana y la abro. Entra una ráfaga bochornosa quemándome el cuerpo. Me asomo y escucho los cuchicheos de una pareja de jóvenes enamorados sentados en el bordillo de la acera. Les miro manosearse un rato hasta que me aburro. Voy al cuarto de baño, orino y vuelvo a la ventana sin tirar de la cadena. Me amaso un poco el miembro hasta que se activa y empiezo a friccionarlo decididamente. Cuando voy a concluir, me aproximo a la ventana, asomo la verga y disparo una parábola al vacío. La veo evolucionar en el aire reflejando la tenue luz de las farolas hasta que la pierdo de vista. Cuando cierro la ventana, escucho que la chica le dice a su novio: qué asco, habrá sido un pájaro.
9.4.12
Lágrimas
El pene entrando y saliendo de la caverna de tu entrepierna, resbalando en tu verdín. Esta vez sin protección, que el amor nos haga su ofrenda, ¡un vástago! Te siento cálida y blanda.
4.4.12
Frank Sinatra
Estoy de pie en el salón; sin camiseta, tan sólo llevo puesto un pantalón corto. Escucho a Frank Sinatra en el tocadiscos. De pronto, un gas intestinal me amenaza con urgencia. Deslizo los pantalones hasta los tobillos y apunto hacia una mosca posada sobre la mesa. Libero la presión con un disparo que escapa abrasándome el ano. Me vuelvo y miro a la mosca: Yace patas arriba, agonizando espasmódicamente. Termino de sacarme el pantalón por los pies, voy hasta el cuarto de baño y me miro desnudo en el espejo.
31.3.12
Mis amigas
Mis amigas dicen que siempre hablo de lo mismo: que tengo el pene muy grande.
No es cierto lo que dicen, que siempre estoy con ese asunto, sino que de vez en cuando hago una referencia a él. Porque es cierto que lo tengo muy grande, me gustaría que ustedes pudiesen verlo para que lo corroborasen.
En cualquier caso, éste es un tema como cualquier otro. A mí me aburre la política, no me gusta el fútbol y no leo ni veo la televisión. Me paso el día trabajando en un ministerio, de manera que no tengo nada interesante de lo que hablar. Con lo que más disfruto en la vida es con mi pene, y lo primero que hay que decir es que es enorme. Ya ven porque hablo de ello.
Mis amigas se quejan cuando estoy con ellas en grupo, cada una complementando y apostillando el comentario de la anterior; fingiendo encontrarse ligeramente escandalizadas. Pero cuando estoy a solas con alguna, inmediatamente alimenta la conversación y me va pidiendo más y más intimidades. Esto a mi me gusta mucho y le doy datos, incluso a veces me ofrezco a enseñárselo, pero siempre dicen que no sonriendo y apoyando la mano abierta en mi rodilla.
Yo me masturbo pensando en estas situaciones.
No es cierto lo que dicen, que siempre estoy con ese asunto, sino que de vez en cuando hago una referencia a él. Porque es cierto que lo tengo muy grande, me gustaría que ustedes pudiesen verlo para que lo corroborasen.
En cualquier caso, éste es un tema como cualquier otro. A mí me aburre la política, no me gusta el fútbol y no leo ni veo la televisión. Me paso el día trabajando en un ministerio, de manera que no tengo nada interesante de lo que hablar. Con lo que más disfruto en la vida es con mi pene, y lo primero que hay que decir es que es enorme. Ya ven porque hablo de ello.
Mis amigas se quejan cuando estoy con ellas en grupo, cada una complementando y apostillando el comentario de la anterior; fingiendo encontrarse ligeramente escandalizadas. Pero cuando estoy a solas con alguna, inmediatamente alimenta la conversación y me va pidiendo más y más intimidades. Esto a mi me gusta mucho y le doy datos, incluso a veces me ofrezco a enseñárselo, pero siempre dicen que no sonriendo y apoyando la mano abierta en mi rodilla.
Yo me masturbo pensando en estas situaciones.
27.3.12
Todos los lunes
El ano se abre y aflora un gigantesco cuerpo negro. Se va prolongando muy despacio fuera del cuerpo hasta caer finalmente al suelo. Apenas produce un ruido blando al chocar contra las baldosas y queda ahí, hediondo, doblado, oscuro, brillante. El ano se vuelve a cerrar, recuperando la posición de origen, con una contracción lenta.
23.3.12
Comunidad de vecinos
Llego tarde al trabajo. Tomo el maletín y el paraguas con la misma mano y con la otra me abrocho la gabardina mientras cierro la puerta con cuidado, porque ella todavía duerme. Subo al ascensor y en el portal miro por la rendija del buzón; hay un papel doblado por la mitad. Lo saco y lo leo, está impreso con un tipo de letra espantoso. Dice: Por respeto a sus vecinos, follen a menor volumen.
19.3.12
Rutina
Desconecto el despertador. Me siento en la cama. Busco a tientas las zapatillas. Me las calzo y me incorporo. Camino adormilado hacia el cuarto de baño. Enciendo la luz. Cierro la puerta. Levanto la tapa del inodoro y me siento. Relajo los músculos y dejo caer una cascada. Por ambos agujeros escapan las inmundicias de la noche. Tiro de la cadena. Descorro la cortina de la ducha. Acciono el grifo. Me desnudo. Pruebo el agua con un dedo. Me meto bajo la lluvia y corro la cortina. Me empapo con los ojos cerrados. Hago espuma en el pelo. Lo enjuago. Vuelvo a poner jabón en la mano. Me froto el cuerpo. Me concentro en el órgano, desliza entre los dedos. Se despierta. Se activa. Lo froto con furia. Descarga salvajemente contra la pared. Enchufo a las baldosas, arrastrando los restos. Mi esencia resbala hacia el sumidero. Me aclaro el cuerpo. Descorro la cortina. Observo mi reflejo en el espejo durante un buen rato.
16.3.12
Esta tarde
Suena el timbre. Abro. Es una nueva vecina. Se presenta. La invito a pasar. Nos sentamos en el sofá. Siento su calor muy cerca. Me excito. Sufro una erección. Ella pide permiso para ir al baño. Se va, me inclino sobre su asiento y aspiro. Lo ha dejado muy caliente. Me desnudo. Ella vuelve y grita cuando ve mi descomunal miembro. La invito a tumbarse en el sofá. Se arranca la ropa y me abre su interior. Meto todo lo que puedo y aullamos de placer. Luego la anego.
13.3.12
El tren está a punto de llegar
Espero al tren en la estación. Junto a mí, ocupando un banco entero, una joven abraza a un pequeño bulto arropado que se mueve y llora. Un bebé. La joven desabrocha su camisa, extrae un pecho perfecto y lo tapa con el bebé. Me excito muchísimo ante la visión: el pecho, el acto de mamar y la propia existencia del niño, que implica una actividad sexual en la madre que juzgo lasciva y desbocada.
Extraigo el teléfono móvil del bolsillo y simulo una conversación. Me levanto y doy paseos, yendo y viniendo frente a la chica para fijarme bien en el pecho. Introduzco la mano libre en el bolsillo en actitud de ejecutivo impertinente. Mientras digo “sí”, “mejor mañana”, “claro” al teléfono apagado, con la otra mano amaso viciosamente el tremendo bulto de mi pantalón.
Extraigo el teléfono móvil del bolsillo y simulo una conversación. Me levanto y doy paseos, yendo y viniendo frente a la chica para fijarme bien en el pecho. Introduzco la mano libre en el bolsillo en actitud de ejecutivo impertinente. Mientras digo “sí”, “mejor mañana”, “claro” al teléfono apagado, con la otra mano amaso viciosamente el tremendo bulto de mi pantalón.
10.3.12
Llamadas telefónicas
Me molesta mucho cuando me interrumpen en la mitad de un coito, ya sea el perro aullando a la puerta del dormitorio, el despertador o mi novia que me llama por teléfono.
Sin embargo me encanta interrumpir los coitos y orgasmos de mis amigos. Siempre procuro llamarles cuando es más previsible que lo estén haciendo y, las veces que no contestan, me regocijo con la idea de que les he pillado copulando.
Y hay unas pocas veces, muy pocas, en las que tengo la seguridad de interrumpirles, cuando me contestan secamente e inquiriendo la causa de mi llamada para resolverla y colgar, sin poder ocultar una respiración anormal. En estas situaciones me invade una sensación de felicidad infinita; y también me masturbo lujuriosamente.
7.3.12
El perfume
Apesta a coño. No puedo evitar frotarme el bulto de la entrepierna con disimulo, pero cuando mi compañera sale del despacho me desabrocho el pantalón y me masturbo bestialmente con la nariz pegada a su asiento. Me levanto para eyacular y la parábola aterriza sobre las correcciones del informe en las que llevo trabajando toda la mañana.
4.3.12
El dilema
Otro día contaré la historia del oficinista que defecaba sólidos de escasa densidad y su eterno dilema en los baños del trabajo, ¿qué hacer con ese resto díscolo que se niega a desaparecer, empeñado en flotar?
Suscribirse a:
Entradas (Atom)